Tecnología de Punta: entre la adicción, y la trascendencia.

En años recientes la hija de Karl Jung, radicada en los Estados Unidos, ha venido estudiado bajo la corriente metodológica desarrollada por su padre el comportamiento de los adictos a la cybertecnología, principalmente a la interacción con la red, y su fenomenología como patología clínica. El síndrome de abstinencia sufrido por los sujetos a quienes se les restringe el uso de computadoras muestra las mismas reacciones que las del adicto a cualquier otra droga que genere dependencia sicológica: alteraciones en el estado de ánimo, trastornos del sueño, sudoraciones y nerviosismo, ansiedad, pérdida del apetito y comportamiento agresivo. El fenómeno de la explosión de la tecnología y la popularización del uso de redes virtuales de información, son el fenómeno más grande y significativo que pudiera haber experimentado el ser humano en su devenir histórico. Al tiempo que su surgimiento crea matices de opuestos que chocan y se debaten, plantea también nuevas alternativas en la posible evolución del hombre, y así como en verdad genera adicción patológica, podría ser el próximo universo destinado a ser habitado por nuestra especie, una vez que se trasciendan las interfaces hasta que la última pierda su razón de ser: nuestro propio cuerpo ya inútil cuando seamos capaces de trasladar nuestras consciencias al universo de la red.

El fenómeno que se ha convertido en parte ordinaria de nuestras vidas, puede ser analizado desde aristas muy diversas. Se le puede criticar y condenar, o exaltar y promover, pero el hecho es que se ha convertido en una realidad contundente e incuestionable de nuestro momento histórico, y el futuro de la red al igual que cualquier otro elemento creado por el ser humano, no es ni bueno ni malo en sí mismo, la potencialidad y los riesgos existen, todo está en lo que podamos hacer de ello: sociedades apocalípticas y alimento para las gigantescas unidades de procesamiento central o liberación del ser en un mundo virtual sin fronteras, las alternativas y las propuestas existen todas, entre la academia, la realidad de todos los días y la ciencia ficción: somos la cresta de la ola que no acaba por definirse y con tantas posibilidades...


El Computador y el universo de la Red.
La computadora es una nueva realidad. No es del todo como la mente, ni del todo como la materia. Es un fenómeno anómalo, fronterizo. Por un lado es simplemente una máquina, combinación no importa lo compleja, de materiales reestructurados por los humanos. Por otro lado, tiene algunas cualidades parecidas a las de nuestra mente, según nos recuerdan los investigadores de la memoria artificial –tiene memoria a largo plazo, memoria episódica y memoria a largo plazo-. Escribir con un teclado es parecido a hacerlo con la máquina de escribir, pero en ésta se dejan huellas materiales del golpe. En la computadora estas huellas se pueden manipular instantáneamente, carecen de la inercia de la tinta sobre el papel mientras las figuras del monitor vienen y van, veloces como pensamientos. Entonces los usuarios de computadoras nos encontramos ante nuevas realidades: como sujetos somos mentes que nos ponemos en contacto con objetos materiales que no son mentes. Según la tradición cartesiana nos constituimos como sujetos pensantes, poniéndonos en contacto con un mundo exterior fijo. La cultura actual de la información desestabiliza esta concepción y como sujetos ahora también incluimos objetos que tal vez no piensen, pero pueden imitar mucho este proceso. Cuando nos ponemos en contacto con un banco de datos, nos confrontamos con una máquina que aparenta saber más como nosotros y cambia nuestra experiencia como sujetos, y bajo la cultura informática hay un constante cuestionamiento a la construcción del yo. Esto no quiere decir que en otras épocas eso no pasara. Lo que ocurre es que, el velo que ocultaba la construcción social del yo, llámese naturaleza humana, la inmortalidad del alma, o la personalidad, ha quedado al descubierto con la incorporación cotidiana de las tecnologías de modernización digital.
Por otro lado está el universo de la red, un espacio virtual capaz de generar procesos y estímulos suficientemente reales para acaparar nuestros sentidos y sustituirlos por la realidad material. Las interfaces o sistemas de conectividad con la red amplían su capacidad de transmisión y recepción de información y entonces son capaces de “conectarse”, literalmente, con los cinco sentidos que nos ponen en contacto con el mundo. Lo que todavía se encuentra en pañales, un programa multimedia con sonidos e imágenes en un monitor, será en unos años reemplazado por la capacidad de introducir nuestros sentidos en la red vía plugs neuroelectrónicos que podrán reproducir no sólo imagen y audio, sino aromas, texturas y sabores. No es de extrañarse que Phillips haya anunciado ya el lanzamiento de cascos conectados con electrodos biomagnéticos que grabarán como una videocasetera corriente, nuestros pensamientos y emociones para después reproducirlas cada vez que lo queramos. El jardinero asesino inocente y el manga japonés son la última frontera. Los usuarios se aíslan en pequeñas burbujas saturadas de información en hypertext y la realidad física más próxima se ve anulada, clausurada. Y la conectividad es cada día más completa y eficiente; esos seres creados por la ciencia ficción de Asimov y Gibson, los cyborgs parte humano parte máquina, los biomecanoides caminan ya en las calles del primer mundo: freeks de la computación con un disco duro en la suela del zapato y un guante sensible para manipular la pantalla en sus lentes que llevan por las calles y en el camión.

El fenómeno a nivel social.
Las tecnologías de la realidad virtual proveen el espacio ficcional/real por donde transitar, junto a tiempos y espacios que interrogan lo que hasta ahora hemos conocido. Realidad Virtual, o realismo decimonónico, la imagen de Bill Gates abrazando la mano de René Descartes puede ser el argumento de nuestra ficción reciente, y metaforizar la plena consecución de la modernidad. Con este imaginario, los organizadores de las nuevas políticas ciudadanas conjugan el recetario de la organización actual de la sensibilidad y el sentido, el conocimiento y la experiencia dentro de los parámetros de la gran metáfora del siglo veintiuno que es la computadora. Los tiempos y los espacios con que proveemos sentido a nuestras vidas se ven modificados. Hablar de nuevas formaciones discursivas es hablar de sensibilidades, de los sentidos, es decir, de una erótica que sobre nuestra piel transita al momento de representar nuestras múltiples personalidades, a la vez que nos coloca sobre un tablero de ajedrez en que se mueven piezas de juego tan diverso como son lo económico, lo político, lo social y lo tecnológico, abriendo espacios en donde se repliegan una diversidad de formas discursivas también el línea, vinculadas a las diversas estéticas mientras los textos multimedia se apropian de los nuevos dispositivos del discurso para la construcción de nuevos y posibles imaginarios.


El suiguiente paso de la evolución humana.
Existe una vieja leyenda que dice que el ser humano ha de evolucionar, que no somos nuestros cuerpos y que estos “trajes espaciales”, creados para poder sobrevivir en un universo material, algún día tendrán que ser abandonados. Que esa esencia que somos, consciencia electromagnética como energía pura, podrá emigrar hacia otros universos. Y la red es una alternativa. Como se ha sugerido, esta consciencia puede ser trasladada a otros universos y niveles vitales, que bien podrían ser comprendidos bajo las metáforas de cielo, nirvana, consciencia divina o cualquier otro supra o inframundo creado en todas y absolutamente todas las culturas a lo largo de la historia humana: otro estadío de existencia en donde la materia y la consciencia representan formas distintas del universo.
En la postmodernidad se unen nuevamente las formas de conocimiento que se habían separado desde que surge el método científico como paradigma epistemológico, el conocimiento científicamente comprobable y el empírico al cual se le invalidaba: así, física y metafísica, sicología y parasicología, astronomía y astrología se consideran nuevamente y se ponen sobre la mesa de estudio rigorista. El determinar el peso específico del alma nos puede hacer pensar que esta misma alma podría entenderse como un ente por sí mismo, con la capacidad y aún más con la férrea creencia de que debe abandonar el cuerpo físico y el universo de materia.
Es bajo el contexto de los entornos aquí citados que la cibernética representa nuevas posibilidades, alentadas por la ciencia ficción de la cual se cuestiona si es sólo la creación de un escenario “imaginado” o si no podría ser también predestinación del futuro marcando los parámetros, intuyendo la consecuencia de las causas actuales, o sugiriendo posibles caminos para el desarrollo. A estas alturas y con este mundo que se mueve como un electrón excitado por la proximidad de otro átomo, saltando de un nivel a otro y en un caos plural cuya marca es el cambio, la idea de la transmigración de nuestra especie a gigantescos servidores de información regulados por un programa central constituido por las consciencias mismas de los actores ya no sociales sino virtuales, no suena tan descabellada. Entonces la adición a la cybertecnología podría ser tan sólo una etapa en el proceso de evolución, por frío o escalofriante que pueda sonar la idea. Y finalmente, como desde siempre, el mismo ser humano en una búsqueda interminable por encontrar el sentido que le de sentido a una existencia que tiene la bendición o la maldición de preguntarse por ello.

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